Desde hace varios años vengo aprovechando mi participación en diferentes escenarios para recomendar hacer un ejercicio que aprendí de la mano de la PNL (Programación Neurolingüística), que no es otra cosa que un verdadero aseo mental. Puede sonar un poco extraño, pero es demasiada la basura que se ha ido guardando en nuestro inconsciente a través de los años, la cual ha llegado allí como resultado de mucha información equivocada que nos han ido inculcando desde pequeños. Bien lo decía Sigmund Frud: “El inconsciente es una memoria que no se da el lujo de olvidar”.
Y esta basura termina manipulando nuestras creencias, lo que a su vez manipula nuestro comportamiento. Llegando al punto de generarnos limitaciones y culpas que atentan directamente contra nuestra manera de vivir y nuestros buenos resultados. Es esta la razón que nos debe llevar a hacer ese aseo mental con urgencia, ganándole espacio al inconsciente para que nuestras decisiones se tomen desde la consciencia.
Pero lo que es realmente irónico, es que en muchos casos, haciendo gala de un peligroso facilismo, nos hemos encargado de impedir que este curso normal de las cosas se dé dedicándonos a auspiciar el fortalecimiento de una memoria selectiva que impide guardar lo realmente importante, haciendo caso omiso a sucesos que generan daño y grandes perjuicios para nuestra sociedad.
Hace poco estaba apoyando el diseño de una estrategia de comunicaciones para una organización. En el proceso de construcción de la estrategia, nos encontramos con un episodio ocurrido años atrás, que había sido generado por directivos de esta organización y que afectaba enormemente la reputación de esta corporación y la de quienes allí trabajan. En su momento, la decisión que tomaron fue guardar silencio ante el ruido que esto había generado, bajo el argumento de que en un par de semanas se olvidaría y nadie hablaría del tema. Y efectivamente esto fue lo que sucedió. Obviamente el tiempo se encargó de quitarles la razón, lo que los obligó a hacer lo que desde el inicio había que hacer, limpiar primero la casa para ahí sí construir una verdadera estrategia de comunicaciones sobre unos valores fortalecidos.
Tenemos que hacer lo que esté a nuestro alcance para que este tipo de situaciones no se sigan presentando. Manipular de esta manera la memoria selectiva, atenta directamente contra la ética, las buenas prácticas y contra la cultura de las organizaciones.
En el mundo político sí que funciona bien la memoria selectiva; se olvidan con mucha facilidad episodios escandalosos que generaron daños enormes, llegando al punto de que, enceguecidos por esa falta de memoria, se defienden causas sin hacer el mínimo ejercicio de conciencia para recordar los perjuicios que en su momento se generaron por los protagonistas de estas causas.
Mi invitación hoy es a que hagamos esfuerzos adicionales para que nuestra memoria no sea selectiva, evitando así alcahuetear malas prácticas por la permisividad que este tipo de acciones conlleva. No hay que olvidar que al final de la película la verdad debe salir avante, siempre y cuando pongamos de nuestra parte apara que así sea. Como bien dicen, lo que no puede pasar es que la memoria sea como el mal amigo; que cuando más falta te hace, te falla.
Luis Guillermo Buitrago Castro
Comunicación Estratégica y Liderazgo
luisgbuitrago@gmail.com